Un grupo de Yakuza apareció de repente frente a mí y su novia, que vivían felizmente para siempre. Según ellos, Mai fue mantenido por Yakuza como una forma de cobro de deudas y huyó el día anterior. Todos fuimos secuestrados y detenidos a pesar de que tratamos de abandonar este lugar, y nos informaron que si Mai podía soportar una semana de entrenamiento de Kimesesk, ambos seríamos liberados. No pude hacer nada más que observar mientras oraba por mi seguridad cuando soporté desesperadamente el cruel entrenamiento de la multitud desde lo profundo en mi garganta para disparar a los espermatozoides a la vagina.